Sospecho que me gustan más los niños de lo que yo pensaba, y sospecho que se me da bien cuidarlos hasta que empiezan a tener uso de razón.
Sospecho que me la has jugado, y encima no quieres perder el control, quieres seguir jugando y hacerme perder la razón.
Sospecho que sospechar es malo, pero sigo sospechando sin perdón.
Pero sospechosamente llevo mis sospechas de un modo resbaladizo y con "efecto ping pong".
Vulgarmente hablando "me la suda" casi todo mientras descubro feliz lo bonitos que son los niños que vienen al mundo a mi lado y me ablandan el corazón.
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