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Llega el viernes, y cuelgo mi bata blanca...
Dejo de ser enfermera hasta nuevo aviso...
Pero sólo eso, el viernes esta vez y por varias semanas no significa nada, sólo un día más, sólo una pequeña tregua, sólo que el sábado podré dormir una hora más.
Han pasado los días en un ir y venir de trenes y calles nuevas... Rutinarios, pegajosos, doloridos mis gemelos y el hombro derecho...
Varias decenas de nombres que apunto a diario y los mismos rostros, que no reconocería al cruzarme por la calle, ellos a mi, posiblemente si.
Pasan los días y así vamos con tres meses, de los cuales no he sido consciente, Madrid me absorbe y el tiempo pasa todavía más rápido de lo normal.
Pero siento que yo no paso por los días, la rutina me aliena los sentidos.
Me quedo muda varios minutos a diario.
El tacto sólo lo agudizo en busca de venas que pinchar.
La vista dolorida al final del día espera a ver algo que interese más.
El olfato tuvo su recompensa ayer, entre sombras frente a la Biblioteca Nacional. En realidad todos mis sentidos volvieron ayer, por un instante a la normalidad.
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