Fotos que hiceron historia III


Sharbat Gula fue fotografiada cuando tenía 12 años por el fotógrafo Steve McCurry, en junio de 1984. Fue en el campamento de refugiados Nasir Bagh de Pakistán durante la guerra contra la invasión soviética. Su foto fue publicada en la portada de National Geographic en junio de 1985 y, debido a su expresivo rostro de ojos verdes, la portada se convirtió en una de las más famosas de la revista. Sin embargo, en aquel entonces nadie sabía el nombre de la chica. El mismo hombre que la fotografió, Steve McCurry realizó una búsqueda de la joven que duró 17 años. El fotógrafo realizó numerosos viajes a la zona hasta que, en enero de 2002, encontró a la niña convertida en una mujer de 30 años y pudo saber su nombre. Sharbat Gula vive en una aldea remota de Afganistán, es una mujer tradicional pastún, casada y madre de tres hijos. Ella había regresado a Afganistán en 1992. Nadie la había vuelto a fotografiar hasta que se reencontró con McCurry y no sabía que su cara se había hecho famosa. La identidad de la mujer fue confirmada al 99,9% mediante una tecnología de reconocimiento facial del FBI y la comparación de los iris de ambas fotografías. Aunque yo diría que casi no era necesario, la cara es la misma, incluso la mirada es la misma.Hubo una teoría que aseguraba que la mujer había sido espía para los Afganos, pero creo que fue rechazada, como bien he dicho, es una mujer tradicional, que vive en un pueblo remoto.
A mi personalmente ambas fotos me fascinan, esos ojos verdes además de ser especaculares lo dicen todo, puedo ver el temor y la desconfianza desde muy dentro. Me parecen geniales.





Llorar

Llorar, llorarte no me preocupa.
Llorar es tan familiar como reir.
Son polos opuestos, pero no enfrentados.
Soy voluble, puedo llorar y reir a la vez.
No me importa llorar si vale la pena.
Lloro mucho,pero no diría que demasiado.
Mis lágrimas son facilonas, se dejan besar por mis labios con plena facilidad.
Llorar, lo que se dice llorar, lloro por los amigos.
Lo demás es peor que llorar.

Caminante no hay camino


El camino ha sido largo, tortuoso, y todavía no llegó al fin.
Pero bien es verdad que no hay caminos prefijados, nunca la ruta está marcada.
No vale hacer planes de viaje.
Mis caminos han seguido normalmente carreteras secudarias.
Las pistas sin asfalto te llenan de polvo pero te hacen pensar.
El caso es llegar al punto de descanso sabiendo que no es el final.
Mirar tus zapatos, calcular cuanto les queda por andar.
Darles un ultimatum, o tirarlos al mar.
No son imprescindibles, descalzo también se puede caminar.

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