Me mola

ALTO.CALMA.DISFRUTAR


He llegado a casa dos horas más tarde de lo habitual, sin embargo no he sentido prisas, no ha habido agobios. Otro día habría pensado que perdí dos horas, hoy, esas dos horas, incluso un instante, me devolvieron miles de segundos perdidos en bolsas de basura que he podido recuperar. Hubo un momento que me costaba respirar, cuando en un vagón de metro recordé mis primeros viajes, con mi madre, aquellos veranos en Madrid, cuando Madrid era un sueño. Cuando el metro era un universo fantástico, cuando me aprendía las estaciones de memoria y jugaba con mi madre a adivinar. Lo recordé porque vi esa misma estampa en una madre y una hija que jugaban igual.
Salí en Alonso Martínez respirando con dificultad, recordando también entonces los ataques de asma de mi pubertad.
El episodio del metro me hacía ver en la distancia todos los años que tengo, todas las cosas pasadas, los trenes perdidos, mi amistad maternal. Me entró pánico de tiempo, del pasado y del que tiene que llegar.
Caminé pensando en miles de cosas, pero decidí parar para respirar.






























































































ALTO.























































































CALMA.




















































DISFRUTAR.
























Alteré mi acelerado paso, mi corazón, mi exhalación. Me tranquilicé. Decidí ir paso a paso, sin prisa, sin razón. Mirar, disfrutar del sol, de las calles, de la gente, del olor. Hacer unos recados mirando y no sólo viendo, por donde paso, miles de detalles que me llenan de amor.
Lo conseguí. Disfruté del paseo, no elegí el camino más corto, no importó el dolor de pies, el macuto que destroza mi espalda, los compromisos, no importaba que a diario las 24 horas se me quedan cortas, pararme y disfrutar dejó de ser una perdición.
Caminé por Chueca, compré un regalo en una tienda de esas con encanto, conversé con la dueña, respiré liberación. Seguí caminando, hasta casa, que no es cerca, pero el sol brillaba e iluminaba el camino cálido hasta mi mansión.
Llegué a casa como si viniera de un balneario. En esas dos horas había recuperado la ilusión.





















































Posiblemente las prisas me entren de nuevo mañana, a primera hora, en el metro, cuando tenga una cita con la obligación. Pero siento que poco a poco las cosas que me van pasando me dejan ser un poco más YO. Mirarme a mi misma un poco más el ombligo, decidir yo y dejar de pensar más a menudo primero en los demás.


No ha llegado el invierno y sin embargo llevaba un abrigo pesado encima que a veces me dejaba sin respiración.


Me he desnudado por dentro y el abrigo lo dejé en un contenedor de la calle Libertad.























Hoy cumple años César, dice que a la gente le asusta llegar a la meta de los 30. Pensé que el tiempo vuela, y que en menos de cuatro llegaré a esa meta. Pero hoy no me asusta el tiempo, ni la cotización. Soy libre, y soy afortunada, quiero disfrutar cada momento de calma y también de agitación.

Por eso le deseo feliz cumpleaños a César en la distancia, sabiendo que sus 27 y mis 25 no son nada, que en breve podré darle un abrazo y reír en Chueca mientras nos acurrucamos, si hace frío, tomándonos unas cervecitas en el Búho, disfrutando de cada sonrisa y cada ilusión.

Madrid es cruel conmigo en muchas cosas, pero es una gran caja de sorpresas. Me ayuda a saber más de mi, con sus calles, ofreciéndome casi todo, privándome de casi nada, sólo de lo que ya no es indispensable, como mi abrigo, que a buen seguro le será útil a algún mendigo acatarrado.

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