Puede que me caracterice una innata impaciencia y una intranquilidad casi enfermiza cuando no puedo controlar mi futuro más inmediato, pero es posible que por primera vez en mi vida esté sobrellevando todos los interrogantes que me acechan de la manera más tranquila que haya experimentado jamás.
Se que estoy haciendo lo que quiero hacer aunque ello signifique un vacío en mis planes a medio plazo ya que estos están supeditados a una fecha, a un resultado numérico donde cada centésima es decisiva, a cierta parte de suerte y mucho esfuerzo por mi parte.
Y si hace un mes me ahogaba la idea de no conseguirlo y verme completamente perdida a finales del invierno que todavía no ha comenzado, ahora he encontrado un remanso de paz que me ayuda en gran medida a hacer esto más llevadero. El dinero es dinero y volverá a mi cuenta bancaria de un modo u otro y si fracaso en mi aventura siempre me quedará la satisfacción de saber que puse todo de mi parte para conquistarla.
Y da igual si me olvido de regar las plantas, o si no quedan horas al día para mi si el motivo es dedicar las pocas que me quedan fuera del sueño y las comidas a otro inicio, que puede resultar como el anterior satisfactorio o un nuevo fracaso pero que de momento es también un gran principio de incertidumbre.
No importa estar sentada todo el día ante apuntes que amenazan con aparearse si al final del día me regalas una cura de estrés gracias a la risoterapia.
