
Deseando saber odiar

En un día atípico de llamadas y recuerdos, descubro de puntillas y sin aliento una nueva forma de quererte menos.
Me dejas los platos sucios preparados para la rutinaria pelea.
Pero las riñas son ya un sin sentido absurdo y lleno de rencor.
No arreglan nada, no hay nada que me devuelva el fervor de pensar que me quisiste, de creer que no fue un sueño.
Nuestro día a día ya no calma mis pesadillas enfermas.
Te deseo, sin embargo, lo mejor, lo contrario se me antoja perecedero, como mis desplantes y mis anhelos.
No puedo enfadarme, ahora tan sólo queda alejarme, dormirme poco a poco en tu línea telefónica antes de gritar de nuevo un auxilio que más que ayuda me provoca fuego.
Ahora sólo me queda un revolcón con mis propias sábanas para no encontrarte al otro lado del suelo.
Un adiós, o quizás un hasta luego.
Quien sabe cuanto dura un hasta luego...
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