De vuelta de todo, sin llegar a nada...







De vuelta de mis vacaciones insulares, sin llegar a nada, con una paz intranquila de quien ha encontrado un tesoro pero no pudo guardarlo, porque hay tesoros que se encuentran en un segundo y sin embargo se hacen inalcanzables para siempre.




Con la impresión de que llego tarde a casi todos lados, de que escojo todavía con la inocencia de la niña que fui, y que a pesar de los golpes que me da la vida sigue confiando en la bondad humana, en la frescura, que luego se revela premeditada.




Pero feliz de ser yo misma, de que me sigan dando patadas, y de saber devolverlas, o mejor aún aprendiendo a esquivarlas o a minimizar los efectos del golpe.




Porque la vida va en serio y no pienso malgastarla, ni en penurias que no llevan a ningún lado ni en lloros que lo único que logran es irritar mis pupilas cansadas y miopes.




Porque siempre hay pequeñas cosas que merecen la pena, siempre hay una sonrisa dispuesta a devolver la alegría y la paz a mi taquicárdico corazón. Porque siempre hay gente que merece la pena, aquí, allá y en un universo paralelo donde a veces no es posible habitar.




Pero da igual, aunque sea fantasía, los hilos de una mirada especial, un abrazo apenas recordado, la lluvia cayendo donde no debería caer, como despedida triste de algo que no pudo ser. Porque el cielo también llora.

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