Sin razón




Qué desgracia más preciada
despreciarte al principio sin perdón.

¿Qué mirada, cúal canción
me hizo darme cuenta de que me gustaba tu aparición?

Que pululabas sin permiso
entre mi alma y mi despertador.

Porque no hizo falta una sirena
para descubrir que te habías instalado en mi corazón.

Al día siguiente un sueño, una ilusión.
Sonrisas, bromas, tu dedo posado en mi colchón.

Desde tu cama, desde el silencio
de tu sonrisa limpia y sin razón.

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