
De nuevo me han clavado un cuchillo y no se que parte de la empuñadura agarras tú.
Sí le tiendes la mano para facilitarle mi herida es como sí tú mismo lo clavaras.
Y lo que más duele no es la herida, ni me importa la sangre caliente que brota de mis lados imperfectos, frágiles e inseguros.
Lo que más duele es tu indiferencia y este juego macabro que tan sólo me envenena.