Hay noches en las que mi infección de oído interno decide aliarse con las bacterias de mis amígdalas para ir de juerga. Se emborrachan y el resultado es mi fiebre. Ayer, previo pago (parece ser que las cosas están muy mal para los taxistas en Madrid en el turno de noche) un taxi blanco me llevó volando a la Moncloa, no, no había quedado con ZP, sino a la clínica Moncloa, cuando la cabeza empezó a dolerme tanto que se me nublaba la vista y casi explota el termómetro del calentón.
No recuerdo con nitidez el viaje. La luz blanca de hospital a la que estoy tan acostumbrada me cegó al entrar en urgencias.
Un personaje famoso pululaba delirando más que yo. Es lo que tienen las clínicas privadas, que te encuentras a gente en la sala de espera del mundo del corazón.
Mi código deontológico me prohibe revelar información, aunque en aquel momento era paciente y no enfermera, pero de igual modo a nadie le importa quien gritaba agitado, por lo que yo desde mi delirio febril diagnostiqué como un colocón.
Me pusieron droguitas en vena, de las que bajan al menos el calentón.
El sopor empezó a ser menos, al poco tiempo, ah, no poco tiempo, no. Había pasado toda la noche en urgencias, y mi sentido del tiempo lo había dejado en mi habitación.
Era de día. Jueves.
¿Qué iba a hacer yo hoy?
Ah! Si, viajar a casa... al norte, a mi región.
Llamo a un amigo, no tengo dinero para volver en Taxi y no hay cajeros alrededor.
Me lleva a casa. Llama mi madre...
Me callo, por supuesto, la información.
Los pensamientos están borrosos, no puedo pensar con claridad ni determinación.
No puedo coger el coche con esta sensación.
Así que me iré en autobus, como en los viejos tiempos, aprovechando mi sopor...
Con mi fiebre y todo, viajo, porque lo necesito, porque quiero ver a los míos, porque necesito respirar en mi habitación, en el balcón de mi casa, las plantas de mi madre... mi bendición.
Será un paréntesis en medio del mogollón.
Aviso para gaiteiros, allá voy!
Aviso para gatos madrileños, volveré el domingo si nada me lo impide, en autobus, se acepta que alguien venga a recogerme, a cambió prometo invitación, a una cena, unas risas y alguna canción.
Perdonen si hay faltas de ortografía, o idas de olla sin intención, comprendan mi situación, la fiebre ya no es tanta, pero gracias a la drogadicción... comprensible sería por lo tanto que esto no tuviera sentido ni razón. Lo leeré el domingo para reirme de mi colocón.
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