Deseo



Esta vez dejé de ser yo la naranja de mis sueños, mis brazos se convirtieron en las ramas rebosantes de frutos frescos de donde tú recogías el más maduro en un día cálido y marrón estival.

Con las yemas de mis dedos le quité la piel dejando que su zumo impregnara mis manos mientras tú me mirabas con inmenso deseo.

Separé su gajos y acerqué uno a tus labios, lo mordiste dejando escapar entre las comisuras limpias y perfectas el zumo templado recién cogido del árbol.

Me pareció tener un orgasmo placentero.

Aquel gesto estaba lleno de amor y deseo.

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