El mundo al revés

Ayer un hombre en la plenitud de la tercera edad se dirigió a mi diciendo "me deja pasar, SEÑORA?" a lo que respondí, "por supuesto, joven", cosa que no pareció terminarle de gustar.
Cuando yo me levanto tú estás acostándote y cuando me siento a comer a ti te traen a tus aposentos cantidades astronómicas de comida para desayunar.
Me descubro varias veces al día restándole siete horas a mi reloj, cuando normalmente soy bastante enemiga de sumas y restas y del control temporal.
Estás a miles de kilómetros de Madrid y sin embargo duermo menos que si estuvieras aquí.
Llevo semanas despertándome a las 7.15 sin despertador y hoy me quedo dormida hasta las 9 a pesar de su sonido estridente que se mete en una pesadilla recurrente y desagradable de la cual no logro escapar.
Corro a hacer algo importante tardando más del doble debido a unas estupendas obras del ayuntamiento dirigidas a ganar unos Juegos Olímpicos que bailan bastante lejos de hacerse realidad.
Y sin embargo consigo hacerlo todo dentro del tiempo estimado, y llegar incluso antes a mi primera clase de Pilates donde hay más mamás de lo normal.
Una de ellas se permite el lujo de corregir mis abdominales diciendome que me levanto muy deprisa y me tenso mucho cuando ella no levanta ni medio palmo de su parte de atrás.
Así que emigro al norte por 3 días... a buscar el epicentro del mundo para darle la vuelta al menos al mío y volver a empezar con los pies en el suelo, dejando que la gravedad tire hacia donde debe tirar.

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