
Luz.
Demasiada luz.
Siempre me olvido las gafas de sol.
Y si me las pongo mis pupilas tardan en adaptarse a los cambios, ocurren cosas, como por ejemplo, rayo mi coche al entrar en la sombra del garaje.
Pero volveré a usarlas.
No me da miedo ni la claridad ni la oscuridad.