Madrid en rojo


Un eructo que sale desde la garganta del firmamento, intenso, profundo, solitario, arrollador. Oscuridad rojiza de fuego crepuscular que no consigue hacerse marrón. Viento pretormentoso que arrulla mis cortinas para despertarme con una caricia miedosa. Otra tormenta veraniega tan típica de Madrid. Son las 5 de la madrugada, el sueño puede más que el miedo a la soledad. Me acuerdo de tu admiración a las tormentas y cierro la ventana con el pie para seguir durmiendo. Antes de conquistar de nuevo el sueño por completo me doy cuenta de que llevo un año exacto en Madrid. Y hace un año, también hubo tormenta, también dormía sola, rendida después de la mudanza, me pesaban en la espalda los cambios y los proyectos futuros. Hoy me pesa el mañana, aunque se que es algo pasajero y fugaz. Bendigo la soledad queda y roja que entra por mi ventana y reina en mi salón-habitación. Duermo y sueño espeso, contigo, sin ti, con la gente que he echado de menos en los doce meses en Madrid.

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